miércoles, 18 de abril de 2007

¿dónde fueron a parar los dictadores? capítulo 1

En las últimas clases de Europa contemporánea estuvimos charlando acerca del Fascismo, de Mussolini, y de aquellos movimientos carcaterísticos del período de entreguerras. Pues bien, la historia de Hitler y su Eva Braun, su suicidio cuando los rusos estan en las puertas de Berlin, es conocido. La historia de Benito Mussolini y su amante Clara Petacci tuvo un final más trágico para ellos ya que no les cabió la posibilidad de elegir el suicidio y fueron fusilados en circunstancias aún no muy claras.
Pero la pregunta que a mi me surgió fue acerca de la forma en la que murieron, sino el que pasó después, es decir ¿qué pasó con los cuerpos de Hitler y de Mussolini?

Demos por obvio que no sólo los seguidores de un lider derrotado o próximo a la derrota buscan preservar la integridad del símbolo corpóreo (basta recordar la travesía del cuerpo y luego la cabeza de Lavalle), sino que además los enemigos próximos a vencer reclaman ese símbolo como trofeo de guerra, como demostración de poderío y/o superioridad, y como prueba necesaria para dar constancia histórica de la victoria. La captura del cuerpo del líder es equivalente a la captura de una bandera en batalla. Y es entendible que su valor simbólico haga que muchos esten dispuestos a dar hasta la vida para preservarlo de las manos enemigas.

Bajo esta lógica propia de vencedores y vencidos que llevan a una disputa por el mismo "objeto" simbólico lleva a ambos bandos a pensar como capturar y preservar ese simbólo. Es entonces que los finales de Hitler y de Mussolini expresan los dos resultados diferentes de esta misma lucha.

El caso de Hitler ha sido media victoria simbólica para el Nazismo en tanto la muerte del líder está sometida a su propia decisión . Los vencedores se quedan así sin la posibilidad de hacer justicia. Pero logran igualmente destruir el búnker, encontrar el cadaver, y tiempo despues quemarlo y arrojar las cenizas al río, privando de esta forma a cualquiera de sus seguidores de tener un sitio simbólico donde recordarlo, hacer patente su presencia y peregrinar hacia él.

El caso de Mussolini es opuesto. Su muerte es decidida por sus captores (deciden fusilarlo), su exhibición pública colgado de los pies representa la humillación del derrotado pero sobre todo la impotencia de quien aspiraba a detentar todo el poder. Así es como los vencedores obtienen su recompenza y pueden hacer justicia. El punto es que cómo el cuerpo de Mussolini queda en manos de sus enemigos, y este es preservado para su exhibición, la pregunta es ¿que pasó luego? Es aquí donde llega la respuesta paradójica de la historia. El cuerpo de Mussolini, luego de su fusilamiento y de su exhibición pública pasa a ser "recuperado" por tres simpatiantes fascistas, quienes se lo dejan a un sacerdota para que lo resguarde. Esta sacerdote solo lo entrega cuando se le garantiza que los restos de Mussolini podrían ir al panteón familiar. Y es allí, en la pequeña ciudad de Predappio que se encuentra su tumba.

Creo que no es menor el peso simbólico de las tumbas. Demos nuevamente por sentados las cuestiones clásicas respecto de las tumbas, los cementerios, el culto a los muertos, la evocación de aquellos que nos precedieron, etc. Pensemos en la tumba en tanto espacio físico que reemplaza simbólicamente al cuerpo en vida. Digamos que si uno quisiera saludar a alguien tiene que ir a encontrarlo. Y si esa persona esta muerta tiene que visitar su tumba. Es es en este aspecto que se disinguen Hitler y Mussolini: el primero no tiene su espació físco simbólico en el presente y su figura pasada ha sido demonizada bajo parámetros morales, mientras que Mussolini sí posee su tumba y, además se encuentra en el seno de su familia y de la tradición católica italiana, con lo cual su figura simbólica ha sido inscripta en la historia italiana bajo parámetros políticos.

Estas son épocas en donde algunos brotes neonazis son visibles de tanto en tanto. Y aunque ni la idea ni el contexto sean los mismos que durante el Tercer Reich y, a pesar de que los neonazis sean fanáticos adoradores de una idea racista y por demás estúpida que no tienen la fuerza de la propuesta filosófica-política que proponía el nazismo en el contexto de su época, es positivo el hecho de que no tengan la posibilidad de visitar la (inexitente) tumba de Hitler. Lo que me sorprendió fue aprender que Mussolini no generó el sentimiento de "nunca más" que lleva a que no se den espacios simbólicos que evoquen un pasado nefasto. De alguna forma, a pesar de que su muerte fue más violenta e involuntaria, la preservación del cuerpo y la figura simbólica de Mussolini han salido netamente más favorecidos que las de Hitler.

Imagino que a pesar de esta posibilidad de evocar la figura de Mussolini no han surgido grupos neofascistas que se pretendan continuadores directos de la experiencia de Mussolini, cómo si se encuentran en el caso de los neonazis.

Obviamente la posibilidad de poder presentar estas dos imágenes de Mussolini, y NO tener la posibilidad de hacer algo similar respecto a Hitler esta en consonancia con la idea de esta reflexión. Así como aqui vemos el contraste entre un Mussolini expuesto y humillado y luego enterrado (hasta con busto), y la ausencia tanto de fotos de Hitler matandose o ya muerto pero tampoco de una tumba consagrada a su recuerdo.

domingo, 15 de abril de 2007

Algunas tradiciones aseguran que para el hombre no hay persona con quien uno se sienta más cercano que con su adversario.
Es así que uno escucha gente decir que "para hacerse amigo inseparable de alguien uno tiene que haberse agarrado a trompadas con él". Otros aseguran que "la esencia de las personas se muestra en la forma en que se combate". También estan aquellos que para testear a los pretendidos novios de sus hermanas deben aporrear al candidato para comprobar de que acero esta hecho.

El caso es que en el fragor de la lucha uno siente una cercanía intima con su adversario. Esa intimidad que se comparte en ese espacio común que es la lucha, los adversarios se vuelven protagonistas solidarios en esa obra. Es así como, indefectiblemente, uno siente la necesidad del otro, cualquiera sea el causa que motive la lucha.

Más allá de estas palabras desordenadas, se me ocurrió decir dos palabras acerca del respeto y la amistad con el adversario.
El profundo respeto que uno siente por su adversario es un respeto que para mí sólo es comparable al que le tengo al mar cuando desafío su fuerza avalanzándome sobre sus olas. Respeto que tambien se puede traducir en admiración. Admiración que no es sumisión ante la fuerza sino que se manifiesta mayormente en la forma en que pelea el adversario. Por ende, admiración que funciona en sentido positivo y negativo (léase: "que bien que pelea" o "pelea sucio").
Además del respeto está la amistad. Amistad en el sentido de que los adversarios comparten una experiencia en común, una vivencia de la que son protagonistas y que les es propia. Tal vez el único punto de comparación sean las experiencias sexuales. Dos personas unidas en una experiencia común, intraducible y no fungible.

Esta inocua reflexión debe terminar con los guantes puestos o como los muchachos de la foto!!